23-04-2014, 12:59 PM
Hasta hace unas pocas décadas se pensaba que el sentido del olfato no estaba muy desarrollado, en cambio, nuevas investigaciones demuestran que tiene una importancia mayor de lo que se creía, llegando a estar bastante desarrollado en algunas especies. Algunas de esas investigaciones abordan el tema desde una perspectiva genética, estudiando los genes de los receptores olfativos, los cuales se expresan en neuronas sensoriales dentro del epitelio olfatorio, y constituyen la base molecular del sentido del olfato. El número total de genes de los receptores olfativos en un genoma puede reflejar cuántos diferentes olores puede detectar o distinguir un animal. De esta manera, se demostró que el kiwi marrón de Nueva Zelanda (Apteryx mantelli), por ejemplo, tiene cerca de seis veces más genes para sus receptores olfativos que el herrerillo común (Parus caeruleus)Â o que el canario (Serinus canaria). Otro ejemplo de aves que gozan de un buen olfato son los petreles y otros Procellariformes que utilizan este sentido para la orientación a corta distancia hacia sus nidos y para buscar alimento.
No existen muchos estudios referidos al olfato en aves rapaces. Las ventanas nasales en este grupo de aves se encuentran en la cera (cuya función se desconoce) situada en la base de la mandíbula inferior. Durante mucho tiempo sólo se contó con observaciones esporádicas en el campo. Así, se aseguraba que el Aura gallipavo (Cathartes aura) que vive en América, utilizaba el olfato para localizar su alimento con el subsecuente desarrollo olfativo. Experimentalmente se demostró que no sólo el Aura gallipavo localizaba carroñas gracias a su olfato sino que también lo hacían otras dos especies, el aura selvática (Cathartes melambrotus) y el aura sabanera (Cathartes burrovianus). Para ello se enterraban pollos muertos bajo hojas secas de los bosques y estos pequeños buitres eran capaces de localizarlos.
Muy relacionado con el sentido del olfato se encuentra el del gusto. En aves es todavía menos la información que se tiene sobre el gusto que sobre el olfato aunque por estudios anatómicos se ha visto que está presente ya que existen papilas gustativas. Además, la experiencia de los cetreros revela que algunas de sus aves de presa son bastante recelosas con el tipo de carne. Aunque poco más se conoce.
No existen muchos estudios referidos al olfato en aves rapaces. Las ventanas nasales en este grupo de aves se encuentran en la cera (cuya función se desconoce) situada en la base de la mandíbula inferior. Durante mucho tiempo sólo se contó con observaciones esporádicas en el campo. Así, se aseguraba que el Aura gallipavo (Cathartes aura) que vive en América, utilizaba el olfato para localizar su alimento con el subsecuente desarrollo olfativo. Experimentalmente se demostró que no sólo el Aura gallipavo localizaba carroñas gracias a su olfato sino que también lo hacían otras dos especies, el aura selvática (Cathartes melambrotus) y el aura sabanera (Cathartes burrovianus). Para ello se enterraban pollos muertos bajo hojas secas de los bosques y estos pequeños buitres eran capaces de localizarlos.
Muy relacionado con el sentido del olfato se encuentra el del gusto. En aves es todavía menos la información que se tiene sobre el gusto que sobre el olfato aunque por estudios anatómicos se ha visto que está presente ya que existen papilas gustativas. Además, la experiencia de los cetreros revela que algunas de sus aves de presa son bastante recelosas con el tipo de carne. Aunque poco más se conoce.